El Gobierno de la Ciudad de México formalizó el reconocimiento del danzón como Patrimonio Cultural Inmaterial, una distinción que reivindica más de un siglo de historia, identidad y memoria colectiva. En una ceremonia realizada en la capital, la jefa de Gobierno, Clara Brugada, destacó la profunda huella que este baile cubano dejó en la vida cultural de la ciudad.
Llegado a México alrededor de 1900, el danzón se instaló con fuerza en los salones de baile durante las décadas de 1930 y 1940, cuando la capital encontró en este ritmo una nueva forma de convivencia pública. Inspirado en la contradanza francesa y enriquecido por la herencia antillana, el género pronto se mezcló con la sensibilidad urbana mexicana, dando lugar a una tradición que aún hoy se mantiene.
Durante la declaratoria, Brugada subrayó el carácter único del danzón. "Este baile es elegancia hecha lenguaje popular. Aquí la cortesía es regla, el consentimiento marca el ritmo y el respeto sostiene la técnica", afirmó. Destacó, además, el papel de las danzoneras, orquestas que han preservado el sello sonoro del género con timbales, metales y flautas que envuelven a las parejas en una atmósfera precisa y ceremoniosa.
El danzón no solo marcó la vida nocturna de la capital: también dejó personajes emblemáticos. Entre ellos, Tiburcio "Babuco" Hernández, célebre por el grito "¡Hey, familia!", y Amador "Dimas" Pérez, autor del danzón Nereidas, pieza que cruzó fronteras por su popularidad. Su presencia trascendió las pistas de baile para convertirse en parte del cine mexicano, donde ayudó a definir el estilo previo al auge del cine de rumberas.
A pesar de su arraigo, la tradición enfrentó un periodo difícil. En 1957, el gobierno de Ernesto P. Uruchurtu consideró inmorales los salones de baile y restringió la ejecución pública del género. Esa medida empujó al danzón a una etapa semiclandestina. Sin embargo, ni la prohibición ni el paso del tiempo lograron desaparecerlo. Cada sábado, la Ciudadela y diversas plazas siguen congregando a bailarines de todas las edades que mantienen vivo este ritual.
El nombramiento como Patrimonio Cultural Inmaterial refrenda el valor de quienes han preservado el danzón durante generaciones: músicos, maestros, cronistas y comunidades que adoptaron este ritmo como parte esencial de su identidad. Con esta declaratoria, la ciudad reconoce al danzón no solo como un baile, sino como una expresión que representa elegancia, memoria y un vínculo histórico entre Cuba y México.
Hoy, más de cien años después de su llegada, el danzón continúa siendo una estampa habitual en la Ciudad de México. Su permanencia revela algo más profundo que una moda: es un lenguaje que ha resistido cambios sociales, prohibiciones y nuevas tendencias, manteniéndose firme como una tradición que pertenece, sin duda, a la vida cultural de la capital.
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