Cuando el sexo se vuelve obligación: la carga silenciosa de las mujeres

Cuando el sexo se vuelve obligación: la carga silenciosa de las mujeres


Por: Inés Arroyo 

Para muchas mujeres, la intimidad deja de ser un espacio de deseo y se convierte en una obligación silenciosa. Así lo muestra el testimonio de Claudia —nombre ficticio—, quien relató cómo su vida sexual terminó regida por rituales ajenos a su voluntad, donde el consentimiento se diluía y el placer propio quedaba relegado.

"Lo sentía más como un deber que como un querer", confiesa. Su experiencia refleja una realidad que pocas veces se verbaliza: la entrega sexual asumida como parte de un guion implícito dentro de la pareja, en el que cumplir expectativas se impone sobre las ganas reales. Claudia accedía a prácticas que no disfrutaba, convencida de que satisfacer a su pareja era parte de su responsabilidad afectiva.

Este fenómeno, lejos de ser aislado, responde a estructuras culturales profundas. La doctora Fabiola Trejo, especialista en Psicología Social por la UNAM, explica que los discursos de género han colocado históricamente a los hombres como sujetos del deseo y a las mujeres como responsables de la disposición sexual. "Para muchas mujeres, el sexo es un trabajo; para los hombres, algo que ocurre de forma natural", señala.

La especialista advierte que la llamada carga mental juega un papel determinante. Antes del encuentro íntimo, muchas mujeres atraviesan un proceso de preparación física y emocional: verse deseables, cuidar el ambiente, anticipar las necesidades del otro y garantizar su satisfacción. Este esfuerzo constante erosiona la espontaneidad y dificulta el disfrute propio.

Además, persiste una narrativa que presenta el placer femenino como complejo y condicionado, mientras el masculino se normaliza como inmediato e inevitable. Esta visión refuerza una doble moral sexual que legitima la prioridad del deseo masculino y minimiza las dificultades, dudas o incomodidades de las mujeres.

Las consecuencias de estas dinámicas van más allá del ámbito privado. Afectan la autoestima, la salud emocional y la capacidad de ejercer una sexualidad libre. La intimidad, en estos casos, deja de ser un espacio de encuentro para convertirse en una coreografía impuesta.

Visibilizar testimonios como el de Claudia permite nombrar una realidad compartida por muchas mujeres y abrir conversaciones necesarias. Comprender el origen cultural de estos mandatos es un paso clave para desmontarlos y avanzar hacia relaciones donde el deseo no sea una carga, sino una elección compartida.






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