La calculadora: el dispositivo que la IA no ha podido reemplazar
Por: Inés Arroyo
Aunque los avances en inteligencia artificial parecen abarcar todo, la vieja calculadora de plástico resiste con firmeza. En un mundo dominado por dispositivos multifunción y asistentes digitales capaces de resolver problemas complejos, millones de personas —desde estudiantes hasta pequeños comerciantes— siguen confiando en una herramienta que ha acompañado a generaciones. Su vigencia no es casual: su precisión, su bajo costo y su durabilidad siguen siendo argumentos difíciles de superar.
El gigante japonés Casio, líder histórico en este mercado, confirma esta tendencia. Durante su último ejercicio fiscal, cerrado en marzo, vendió 39 millones de calculadoras en más de cien países. Aunque esta cifra está por debajo de los niveles previos a la pandemia —cuando comercializó 45 millones de unidades—, continúa muy por encima de los 31 millones vendidos justo después del confinamiento. Los datos reflejan un repunte estable y muestran que la calculadora mantiene un lugar sólido en el entorno educativo y comercial.
Tomoaki Sato, director general senior de la división educativa de Casio, resume la razón principal de su permanencia: "las calculadoras siempre dan la respuesta correcta". Mientras que los modelos de inteligencia artificial pueden cometer errores incluso en operaciones simples, las calculadoras físicas ofrecen una exactitud que no depende de conexión a internet ni de sistemas complejos. Esa fiabilidad es crucial en las aulas, especialmente en países en desarrollo donde los recursos tecnológicos son limitados y donde estas herramientas resultan más duraderas que un teléfono inteligente.
El uso de calculadoras también persiste en pequeños comercios. En mercados tradicionales, como los del barrio chino de Bangkok, las vendedoras destacan su practicidad: permiten mostrar cifras al cliente, evitan malentendidos en transacciones y resisten caídas y golpes que dañarían fácilmente un celular. Aun así, algunos comerciantes reconocen que las ventas han disminuido, reflejo de una transición tecnológica que avanza, aunque sin desplazar por completo a estos dispositivos.
Casio continúa fabricando millones de unidades en sus plantas de Tailandia, donde la producción se combina con una tradición que se remonta a 1957, año en que la empresa lanzó la primera calculadora compacta totalmente eléctrica. Antes de ella existieron modelos mecánicos como la "Pascaline", creada por Blaise Pascal en 1642, un recordatorio de que las herramientas de cálculo han acompañado al desarrollo científico durante siglos.
Hoy, la inteligencia artificial compite en terrenos mucho más sofisticados. En julio, modelos desarrollados por Google y OpenAI alcanzaron puntuaciones de nivel olímpico en matemáticas avanzadas. Sin embargo, ninguno logró la calificación perfecta que sí obtuvieron cinco jóvenes competidores en las Olimpiadas Internacionales de Matemáticas. Para Gregor Dolinar, presidente del certamen, estos avances son "fascinantes", pero también evidencia de que la IA no ha superado por completo la capacidad humana.
Dolinar observa en sus estudiantes una transición natural: cada vez dependen más del teléfono para cualquier operación. Aun así, reconoce que la calculadora física podría desaparecer de manera gradual, no por obsolescencia tecnológica, sino porque los hábitos de uso se están transformando.
En un entorno marcado por la inteligencia artificial, la calculadora no compite por ser más sofisticada, sino por ser más confiable. Su permanencia recuerda que, incluso en una época de herramientas inteligentes y automatizadas, lo simple sigue teniendo valor. La pregunta no es si desaparecerá pronto, sino cuánto tiempo más seguirá ocupando un espacio indispensable en escuelas, escritorios y comercios alrededor del mundo.
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